Su nombre es Lola Gómez y es gerente de Clisol Turismo Agrícola. Hace dos décadas se lanzó a la aventura de emprender en el mundo rural, cuando era algo impensable. Es consciente que la creatividad de las mujeres y la ilusión a la hora de poner en marcha un negocio, en el mundo rural, puede revertir el problema de despoblación y de aislamiento de pequeños pueblos. Produce hortalizas en invernadero y tuvo la feliz idea de mostrar el mar de plástico al mundo y que la gente supiera en qué consiste y sacar sus propias conclusiones. Hoy 20 años después, aproximadamente 12.000 personas al año, visitan los invernaderos.
Lleva 19 años como emprendedora en el mundo rural, ¿qué le motivó a emprender?
La motivación fue el ver una necesidad que no estaba cubierta en nuestro sector original, que es el agro en Almería. Nosotros somos productores de hortaliza en sistema protegido bajo plástico y nos empezamos a dar cuenta que los productos que se hacen bajo plástico tienen una imagen solo regular en los consumidores. Además, yo siempre he sido agricultura y siempre he tenido una especie de inquietud-obsesión de obtener otros ingresos que no fueran solamente de la venta de productos agrícolas. Tenía claro que mi trabajo de base es la producción y empecé a darle vueltas sobre qué podía hacer. La motivación fue hacer de ese problema de imagen una oportunidad empresarial, empezar a poner en marcha las visitas guiadas bajo el mar de plástico para mostrarlo al mundo entero.
¿Se ha encontrado con dificultades a la hora de iniciar o desarrollar su negocio en el medio rural por el simple hecho de ser mujer?
No me gusta decir que he tenido dificultades directas, pero sí es cierto que a lo largo de la trayectoria de estos 19 años, muchas veces he tenido la sensación que si en vez de iniciar nosotros esta actividad tan sumamente novedosa la hubiera iniciado una figura masculina, quizá se le hubiera escuchado de una manera más fácil. Nuestro sector actualmente está más desarrollado, pero cuando empezamos hace casi 19 años nadie hablaba de esto y cuando explicabas lo que queríamos hacer nos miraban diciendo “pero esta loca, ¿qué va a hacer?”. Y en este sentido sí que he tenido más de una vez en las reuniones la sensación de que si en vez de una mujer hubiera sido un hombre, habría sido distinto.
¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de emprender en el medio rural?
Hoy en día con las nuevas tecnologías no hay muchos inconvenientes. Cuando yo empecé era diferente. No teníamos móviles, era teléfono fijo, había que hacer muchos envíos por correo postal, teníamos conectividad mínima… Pero hoy en día, hay muchas ventajas. En las ciudades y en el mundo rural tenemos una calidad de vida que nos hace ser mucho más creativas, tener una visión mucho más aceptada y más coherente. Además, el acceso a las nuevas tecnologías es un auténtico privilegio. Vivimos en un medio rural con un medio de vida impresionante y conectadas exactamente igual que las personas que viven en las ciudades.
¿Animarías a más personas a emprender en el entorno rural?
Por supuesto que sí. Yo, afortunadamente, estoy trabajando en un entorno rural donde hay muchísimo movimiento económico empresarial. Pero pensando en las otras zonas de España donde la despoblación es un grave problema, animo a que las mujeres emprendan en el mundo rural porque nuestras ganas y nuestra creatividad revierten este problema de población y de aislamiento de los pequeños pueblos.
¿Cómo surgió la idea de organizar visitas guiadas a su invernadero y de darle un enfoque turístico al sector de los invernaderos, algo que no era común?
Fue un cúmulo de cosas. Una imagen regular de nuestros productos, de nuestro sistema protegido bajo plástico… se da la imagen de que son productos sin sabor, productos que tienen muchísima química… Una serie de tópicos típicos que no tienen nada que ver con la realidad de la mayoría de los casos. Pero los agricultores no hacíamos nada por conectarnos con los consumidores finales de esos productos. Nuestra provincia nos ofrece tres pilares económicos: canteras de piedra natural, agricultura y turismo. Nuestra empresa está en medio de dos grandes urbanizaciones turísticas. Nos dimos cuenta de que los turistas se paraban y querían preguntar y saber qué había debajo de los plásticos. En el 2.000 es cuando yo tomo la decisión de hacer de ese problema de imagen una oportunidad empresarial. Ahí me doy cuenta de que hay una necesidad no cubierta.
¿Cuántas visitas recibe al año Clisol?
En torno a 12.000 personas al año.
Clisol no solo atrae turistas, también profesionales del sector agrario, estudiantes escolares y universitarios y hasta cocineros como Martín Berasategui…
Tenemos un target muy amplios de clientes. Tenemos turistas, tenemos a niños desde 3 años hasta universitarios, alumnos de secundaria, bachillerato y universitarios no solo de España, sino del mundo entero. Del ámbito profesional, recibimos a gente de cualquier parte del mundo para que conozca nuestro mundo agrícola.
¿Qué impresiones se suelen llevar?
La impresión es brutal. Simplemente analizando los gestos de la gente durante los primeros diez minutos de las visitas guiadas ya sabes lo que piensan. La satisfacción-sorpresa es total. No solo con los gestos, sino con los comentarios del final es una satisfacción total, para ellos y para nosotros.
Ha recibido 13 premios, el último el Premio Nacional a la Excelencia en Mujeres Rurales en 2015 otorgado por el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, ¿han ayudado esos reconocimientos a dar más visibilidad a su trabajo y/o empresa?
Sí, sin duda. Todo va sumando, pero los reconocimientos y los premios sí ayudan, y más un premio como el del Ministerio a nivel nacional. Para nosotros es un empujón moral, que nos hace ver que estamos en el camino correcto, y un empujón mediático porque después de ese reconocimiento hay muchísimos medios de comunicación que se interesan por lo que estamos haciendo, que te sacan en entrevistas, en artículos… y es muy gratificante. Para nuestra empresa es muy positivo y hay muchos premios que podemos decir que ha habido un antes y un después.