La incertidumbre hace florecer la comida ecológica

El sector de la alimentación vislumbra un profundo cambio, motivado entre otras cuestiones por la guerra entre Rusia y Ucrania. Esto provoca una sequía de los fertilizantes químicos lo que hace pensar en un futuro verde, que aparece oscurecido por  la inflación que afecta al consumo

El sector de la alimentación ecológica se encuentra en una encrucijada. Por un lado hay indicios que corren a su favor. La crisis de los fertilizantes químicos, ahora muy escasos en el mercado, motivado por la guerra Rusia-Ucrania (Rusia es su principal proveedor y ha cortado su suministro) y su precio se ha disparado. Esto origina que la mirada se vuelva hacia lo ecológico, que no emplea estos insumos, y depende menos de terceros países. A esto se une que el impulso europeo puede revolucionar el sector. Si queremos economía sostenible, el sistema agroalimentario debo serlo. La UE se ha fijado como objetivo que en 2023, el 25% de la superficie agrícola de Europa produzca en ecológico. Hoy se produce el 9’1% (según Eurostat). Esto conlleva una profunda transformación del sector, al aumentar el volumen de productos en el mercado. A esto se añade una razón de mucho peso, cada vez hay más consumidores convencidos de que quieren comer sano y productos respetuosos con el medio ambiente, una tendencia impulsada  por la pandemia.

Como dato decir que para atender esta demanda, cada vez más creciente, en España, el gasto de los consumidores  en alimentos bio creció un 7% en 2020. En este año, un 43% de consumidores ya incluye en su cesta de la compra algún producto eco. Así lo afirma Rosario Pedrosa, gerente de estrategia comercial de AECOC. Una tendencia que también ha detectado la consultora Kantar. A pesar de etas circunstancias a su favor, hay otro dato que pesa mucho en su contra, y no es otro que la inflación. Los españoles gastan 53’1 euros per cápita frente a los 313€ de los suizos, 205 € de los austriacos, 136 €, los franceses o 58 €  los italianos.

La situación es de incertidumbre. La crisis inflacionista puede dar un giro a la demanda de alimentos bio así como la del gran consumo. De hecho, AECOC ha detectado que este año un 65% de los consumidores, en general, se fija más en precios y promociones a la hora de hacer su cesta de la compra. Esa situación puede influir en lo ecológico ‘Este mercado no va a seguir al alza, sino que se mantendrá o incluso decrecerá. Al incrementarse el coste de producción también lo hará el precio final del producto y por tanto estará al alcance de un menor número de consumidores’ afirma Lucia Berlanga, ingeniera agrónomo y responsable de producción ecológica de la empresa Grupo G’s España. Berlanga señala que en España es fundamental estimular el consumo de estos productos para desarrollar el mercado y alcanzar el objetivo europeo (25% de superficie agraria). Es proporcional el incremento de la superficie agraria con el aumento del consumo. Por tanto, si queremos aumentar el cultivo de estos productos hay que aumentar el número de consumidores, indica Berlanga.

Puesta en valor

Para que aumente el consumo de lo ecológico, el sector apuesta por poner en valor todo lo que hay detrás de los productos ecológicos, empezando por su certificación e identificación, que es el logotipo de la “eurohoja”. Una garantía para 440 millones de europeos que saben que es un producto sostenible, certificado y con control oficial. Desde la semilla, el terreno, la manipulación etc, indica Álvaro Barrera, presidente de Ecovalia, asociación profesional española de producción ecológica.

Hay otra reflexión que aporta Concha Fabeiro, presidenta de SEAE (Sociedad Española de Agricultura Ecológica y profesora en la UCLM) quien señala que en el posible menor precio de los productos convencionales hay muchos costes ocultos que pagarán generaciones futuras: empobrecimiento del suelo, contaminación de aguas por el uso de fitosanitarios sintéticos, pérdida de biodiversidad de cultivos, emisiones de gases de efecto invernadero etc, algo que no ocurre con los productos ecológicos amparados en el logotipo de la hoja verde de doce estrellas.

Datos

España ocupa una buena posición en superficie cultivada por productos ecológicos. En la última década hemos sido el país europeo con mayor extensión de suelo destinado a la producción ecológica: en 2020 fueron 2’4 millones de hectáreas. Sin embargo, el liderato ese año fue para Francia, que alcanzó las 2’5 millones de hectáreas, según Eurostat.

En España supone el 10% de la superficie agraria útil. Bien es cierto que otros países destinan mayor porcentaje de su territorio a esta actividad: Austria (26%), Suecia (20%), Italia (15%) o Finlandia (13%). De ahí que Concha Fabeiro proponga que “España debería ser más ambiciosa que el objetivo europeo y tendría que plantearse hasta un 50% de su superficie agraria en producción ecológica, con medidas de apoyo a este sector: desde ayudas económicas a productores  a aumentar la compra pública de estos productos para colegios, hospitales… tenemos mucha posibilidades de crecer. Nos falta apoyo de los gobiernos, nacional y autonómicos”.

También crecemos en volumen de producción, según el  Ministerio Agricultura en 2020 generamos 3 millones de toneladas de estos productos (un incremento del 17% respecto a 2019) por un valor de 2.675 M€. Este último dato se debe al aumento de la superficie cultivada y al mayor rendimiento de las explotaciones. Son cifras positivas a las que se pueden añadir otras ventajas con que España ya cuenta con una tecnificación y profesionalización del sector superior a la de nuestros vecinos europeos. EL clima permite que la horquilla de tiempo para cultivar sea mucho más amplia que en el resto de países, señala Lucía Berlanga. La industria ecológica en España está muy atomizada y dispersa.

Tenemos 44.000 productores (895 agrarios, el resto ganaderos y muy escasa representación de la acuicultura).

Hay otros 10.395 operadores industriales (almazaras, bodegas, manipuladoras de cereales, harineras, industrias lácteas, comercializadoras de huevos, envasadoras de miel, etc). Pero parece no ser suficiente para satisfacer la demanda bio actual y quizá la que esté por venir, ya que importamos el 40% de nuestro consumo de productos ecológicos. Son alimentos con alto valor añadido. “Adolecemos de industria elaboradora, no hay capacidad de transformación de toda la producción primaria. Y también hay carencias en la distribución y en la logística, en la infraestructura para hacer acopio” señala Gonzalo Palomo, doctor en Veterinaria e investigador de la Universidad de Extremadura. Concha Fabeiro se expresa en términos parecidos al señalar que “Faltan canales más directos y especializados. Al haber pocos, tienen demasiado poder frente a los productores. Por eso, el producto llega a los consumidores con un sobreprecio que se queda en el camino y no repercute en el productor original”.

Fuente. ABC (reportaje publicado en ABC)