Los expertos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) explican las razones por las que debemos modificar nuestro hábitos alimentarios así como el sistema de producción, procesamiento y distribución de alimentos, con el fin de evitar el colapso de los recursos naturales, el aumento del cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria para una población que crece día a día.
En la actualidad somos 7.200 millones de habitantes en la Tierra y en 2050 aumentará la población en 2.000 millones más. Debemos de alimentarnos diariamente, y nuestro sistema alimentario deberá satisfacer la necesidad de alimento que tenemos. Ante esta situación debemos preguntarnos si seremos capaces de seguir alimentándonos de la misma forma que lo venimos haciendo hasta ahora. Hay cuatro ejemplos de las limitaciones del sistema alimentario que hacen que la respuesta sea negativa.
En primer lugar, una de cada tres personas sufre malnutrición, 794 millones de personas padecen hambre y 2.000 millones de habitantes no tiene acceso suficiente a las vitaminas y minerales necesarios para el crecimiento y desarrollo. Unos datos que contrastan con los 1.900 millones de personas que hacen un consumo excesivo de alimentos siendo 600 millones de ellas obesas. Consecuencia de ello es que aumenta el número de enfermos de enfermedades como la diabetes tipo 2.
En segundo lugar, nuestros alimentos son ricos en grasas, azúcares, sal y carne. Una dieta que tiene impacto tanto en nuestra salud como en el medioambiente. Esto incrementa el riesgo de tener enfermedades cardiovasculares y se traduce en mayores emisiones de gases de efecto invernadero como consecuencia de la producción de carne. Destaca que nuestros alimentos son poco variados. Un 75% de nuestra comida procede de 12 tipos de plantas, entre ellas arroz, maíz y trigo y cinco tipos de especies animales, entre ellos, vacas, pollos y cerdos.
En tercer lugar un tercio de los alimentos se desperdicia. De toda la producción mundial de alimentos, un tercio no llega nunca a consumirse, por lo que se desecha.
En cuarto lugar, nuestros recursos naturales están bajo presión. Las fuentes de agua fresca se están secando y las reservas existentes de agua están siendo contaminadas. A esto hay que sumar que un 33 % de los suelos está degradado, por lo que nuestra biodiversidad está muy amenazada: los bosques tropicales están desapareciendo, y muchas especies vegetales y animales están en peligro de extinción, como las abejas. Asimismo, el cambio climático intensifica los problemas de las abejas.
Estas cuatro limitaciones no dejan lugar a dudas, de que nuestro sistema alimentario debe transformarse. Cada fase del proceso alimentario (producción, procesamiento, distribución y consumo) necesita ajustarse con el fin de garantizar alimentos sanos para una población en constante aumento y para reducir su impacto medioambiental.
Sumamente importante y necesario es que todas las partes interesadas caminen en la misma dirección. Las autoridades gubernamentales en materia de salud, productores, consumidores y los empresarios deben colaborar para terminar con el pensamiento aislado, analicen todos los puntos de vista y definan conjuntamente las acciones necesarias que deben implantarse para producir y comer de forma diferente. Por ejemplo, para reducir la producción de GEI y recortar los niveles de exceso de consumo.
Todos podemos y debemos participar en este cambio. Debemos hacer un análisis de nuestros hábitos alimenticios y debemos detectar aquellos puntos de mejora para contribuir a reducir los impactos negativos que el simple hecho de tomarnos un café tiene en nuestro planeta. Parece un acto sin importancia, cuyas consecuencias son mínimas o irrelevantes a nuestro juicio, pero nos equivocamos si seguimos pensando de ese modo.
Es vital que reduzcamos el desperdicio de alimentos. Se trata de una cuestión no solo lógica, de sentido común y práctica, sino ética, humana y dirigida a lograr el bien común. Algo por lo que merece la pena el cambio.
Fuente: Mercados de medio ambiente