Kiwin es una empresa que nació, como tantas otras, de un sueño. Un sueño que comenzó hace ya muchos años, aunque nuestra protagonista, que era una niña, aún no lo sabía. Sus padres tenían una tierra, una pomarada, en Asturias, donde le decían que ‘si cuidas la tierra, la tierra te devuelve lo que le siembras’. Ella intuía que aquella pomarada acabaría siendo muy importante en su vida.
Cristina Secades es una ingeniera cartógrafa que trabajaba en una oficina, por cuenta ajena, cuando decidió que el campo sería su nueva oficina. Corría el año 2016 y empezó a preparar ese terreno. Tenía claro cuál sería su futuro, que no pasaba ni por una oficina, ni por un trabajo por cuenta ajena. Hace un año, en enero de 2020, recogía su primera cosecha de kiwi ecológico, ya que este tipo de cultivo tarda entre tres y cuatro años en empezar a producir.
Quería aprovechar al máximo los terrenos de su abuela y obtener de ellos una producción, fruto de un trabajo hecho a ‘su manera’. Quería, ante todo, productos saludables, y aportar variedad y diversificación, a la vez que contribuir a mantener variedades locales y razas autóctonas asturianas. Poder ofrecer productos que no son fáciles de encontrar en Asturias, y que se exportan en un alto porcentaje. Entre las diferentes posibilidades que se podían acoplar a lo que Cristina pensaba, se encontraba la variedad de kiwi por la que desde un primer momento decidió apostar. Una decisión basada tanto en su sabor como por sus excelentes propiedades. Sin duda era un reto personal y profesional, que decidió afrontar.
Cristina decidió emprender un negocio en el medio rural porque desde siempre es amante de la naturaleza, y con los años se fue interesando por conocer de dónde viene lo que comemos y cómo se produce. Tenía muy claro que el objetivo no es simplemente producir minikiwi y venderlo de cualquier forma. Hay que trabajar con la naturaleza para intentar lograr el menor impacto posible, y eso lleva tiempo, estudio y experiencia. Quería igualmente contribuir a la recuperación del campo asturiano formando parte de la red de personas que apuesta por ofrecer los mejores alimentos con corazón. Esta es la manera que Cristina entiende para dinamizar las zonas rurales, a la vez que es su particular homenaje a su bisabuela.
Cristina señala que sus inicios no fueron fáciles, como la gran mayoría. Empezó de cero, sin ayudas económicas, en solitario, pero con la inestimable ayuda de sus padres, sin la cual no habría llegado hasta donde hoy está, o al menos no de la misma forma. Un trabajo arduo, del que está muy orgullosa. En esta primera temporada ha conseguido una imagen corporativa; estar presente en las redes sociales; tener su propia página web, y una difusión, basada en los medios de comunicación así como en visitas y ventas que la llevan a estar satisfecha. Su empresa ha conseguido el primer premio Greenweekend; la tercera iniciativa más valorada en EmpoweringWomen in Agrifood del Instituto Europeo de Innovación; premio especial en el evento Innova, y por supuesto el ilusionante reconocimiento de AFAMMER con este premio.
KiwinBio no es un minikiwi que esté disponible en supermercados ni grandes superficies. Cristina prefiere centrarse en la venta directa, ya sea a pie de finca o a domicilio, colaborando con otras producciones, sectores y con pequeñas tiendas, para contribuir a mejorar el tejido empresarial, teniendo siempre como base, la justicia social, alimentación saludable y la lucha contra el desperdicio alimentario.
Cristina, ante la pregunta sobre lo que su bisabuela pensaría al ver todo lo que ha construido y los reconocimientos que ha recogido, indica que seguramente estaría sorprendida por el mundo globalizado en el que vivimos, los muchos avances que se han logrado en algunos aspectos y los pocos en otros. No tiene duda que estaría muy orgullosa de que quiera poner en valor su trabajo y el de todas las mujeres del campo, que al igual que ella, siguen sacrificándose. Y de ahí, señala, proviene ‘mi fuerza para seguir mejorando’.
Cristina nos indica que emprender en el medio rural, siendo mujer, es duro. Como ella no contó con financiación externa, tuvo que hacer más cuentas, más sacrificios y ser consciente de que los beneficios y la sostenibilidad del negocio vendrán a medio/largo plazo. Hay que pelear mucho, en diferentes sentidos y especialmente, indica, tener alrededor de una, personas que no apaguen nuestras ilusiones, así como aprender constantemente y apoyarnos en programas específicos, que desinteresadamente, nos tienden una mano.
Aún así, todavía hay miradas de desconfianza hacia las mujeres. Aún hay compañeras ganaderas, que tienen que escuchar comentarios despectivos, por el hecho de ser mujer. Aún en 2020 hay tareas ‘para hombres y para mujeres’ y lo que me sorprende, es que la palabra campesina sigue teniendo, en bastantes casos, una connotación peyorativa. No obstante, creo que cada vez somos más las mujeres que damos la cara y nos apoyamos entre nosotras.
Vivimos en plena pandemia del coronavirus y tanto la recolección como la venta del minikiwi ecológico, no ha coincidido con el confinamiento que hemos sufrido, ya que se realiza durante dos meses y medio, a partir de septiembre. No obstante Cristina reconoce que tuvo problemas con ciertos proveedores para los trabajos de preparación de la temporada. Está satisfecha por la aceptación de su producto y por suerte, los mercados, en estos meses ya estaban funcionando.
Siguiendo con el coronavirus, era obligada la pregunta sobre si el virus ha supuesto una mirada hacia lo rural y si los consumidores valoran más los alimentos naturales. Cristina está convencida que con esta crisis sanitaria se ha mirado hacia el mundo rural, aunque piensa que eso será algo pasajero. No obstante considera que hay una tendencia hacia la alimentación saludable y conocer el origen de lo que consumimos. Aún así, indica que seguimos arrastrando desde hace años, un tremendo fraude en cuanto al origen de productos supuestamente españoles.
Hay supuestos que le llaman, muy negativamente la atención, como es el caso que el desperdicio alimentario, donde en España supone 5’4 millones de toneladas de frutas y verduras, que se tiran. De igual modo considera escandaloso el diferencial de precio en origen y en destino. La brecha salarial asturiana en el sector agrícola todavía, en 2020, es del 26’5%. El empleo femenino en España, en el sector agrícola, ha descendido del 8’5% hasta el 2%. En los últimos 29 años. Y considera muy peligroso el tema de los transgénicos, en cuanto al poder de las semillas y el dominio que ejercen las multinacionales sobre ellos. En definitiva, concluye, hablamos del poder del dinero en el sector agroalimentario, algo básico para vivir. Cristina considera tan importante poder alimentarnos, como hacerlo bien, para ayudar no solo a que podamos alargar nuestra longevidad sino tener mejor calidad de vida.
Dentro de diez años se ve viviendo dignamente, contribuyendo a sensibilizar a las personas sobre tener una alimentación saludable y a concienciar sobre nuestro trabajo. Entre sus metas destaca el ‘continuar haciendo que las personas disfruten con lo que hago, hacerles un poco más felices. Demostrar que este sueño era posible realizarlo, a pesar de todos los que no creían en mí y que desde lo pequeño se pueden logar hacer grandes cosas, quizás no llamativas por las grandes cifras, pero con un valor ambiental y social muy importante’.
Cristina es KiwinBio y KiwinBio es Cristina. Una mujer rural, emprendedora que se siente muy orgullosa de contribuir a mejorar un poco ‘nuestra tierra y nuestro sistema alimentario, basado en transparencia, confianza, calidad, valores y sobre todo CORAZON’.